Recuerdo
verla pasear por mi habitación, desnuda. Su pelo era negro, como el
cielo en la noche mas oscura en la que los únicos brillos que se ven
son los de alguna tímida estrella que quiere llamar la atención. No
podía dejar de mirarla, mirar su pelo y ver como el viento lo
balanceaba levemente. Ver sus rizos perfectos rozar suavemente su
piel morena me hacia querer acariciar sus labios
carnosos y de color sangre...
Sus
hombros describían la curva perfecta que hacia deslizar mi mirada hacia la suavidad de su cuello. Levanté su pelo con cuidado y dejé que mis labios lo rozasen. Abrí los ojos y estaba asomado al balcón que se formaba entre su hombro y su cuello. Mi mirada se perdía en el paisaje más hermoso y noté como su pelo se enredaba entre mis dedos.
Las
curvas de su cintura tenían la forma perfecta de mis manos. La
acariciaba con una mano, la que me quedaba, la otra se perdía
entre sus rizos, creo que aun siento esa sensación. Oía
sus suspiros que se entremezclaban con los míos. La habitación olía
a pasión. Solo existíamos ella, yo y nuestras ganas de hacernos
rozar el cielo...
Recuerdo
el momento en el que la vi sentarse en el filo de la cama, vi como
recogía sus cosas, vi como se vestía y vi como abría la puerta y
se iba. Vi como no me dijo "hasta pronto" y no me dejo preguntarle un "cuándo". De vez en cuando vuelvo a abrir los ojos y la vuelvo a ver en
mi habitación, paseando y dejando su pelo suelto y mirándome.
Vuelve para darme la dosis que me haga mantener mi adicción...
Pero
cada amanecer vuelve a dejarme solo con el recuerdo del placer y el
sabor de la soledad...