sábado, 8 de enero de 2011

Musa...

Recuerdo verla pasear por mi habitación, desnuda. Su pelo era negro, como el cielo en la noche mas oscura en la que los únicos brillos que se ven son los de alguna tímida estrella que quiere llamar la atención. No podía dejar de mirarla, mirar su pelo y ver como el viento lo balanceaba levemente. Ver sus rizos perfectos rozar suavemente su piel morena me hacia querer acariciar sus labios carnosos y de color sangre... 

Sus hombros describían la curva perfecta que hacia deslizar mi mirada hacia la suavidad de su cuello. Levanté su pelo con cuidado y dejé que mis labios lo rozasen. Abrí los ojos y estaba asomado al balcón que se formaba entre su hombro y su cuello. Mi mirada se perdía en el paisaje más hermoso y noté como su pelo se enredaba entre mis dedos. 

Las curvas de su cintura tenían la forma perfecta de mis manos. La acariciaba con una mano, la que me quedaba, la otra se perdía entre sus rizos, creo que aun siento esa sensación. Oía sus suspiros que se entremezclaban con los míos. La habitación olía a pasión. Solo existíamos ella, yo y nuestras ganas de hacernos rozar el cielo...

Recuerdo el momento en el que la vi sentarse en el filo de la cama, vi como recogía sus cosas, vi como se vestía y vi como abría la puerta y se iba. Vi como no me dijo "hasta pronto" y no me dejo preguntarle un "cuándo". De vez en cuando vuelvo a abrir los ojos y la vuelvo a ver en mi habitación, paseando y dejando su pelo suelto y mirándome. Vuelve para darme la dosis que me haga mantener mi adicción...

Pero cada amanecer vuelve a dejarme solo con el recuerdo del placer y el sabor de la soledad...